Preparando el ajuar

Retomo el tema de la preparación de la llegada del bebé, quiero compartir mi experiencia en la selección de su lugar en el mundo.

Después de mucho recorrer y mucho buscar encontramos la cuna perfecta para nuestra hija. Práctica, desarmable (para su archivo en un departamento de dos ambientes cuando no la necesite más), segura (habiendo revisado muchos modelos bailarines de catre) y bonita al mismo tiempo.

Una vez elegido el modelo de mini cuna, teníamos que definir el diseño, para preparar su rincón en combinado: sábanas, acolchado y accesorios. Con referencia a este tema, todos tienen una opinión formada y quieren hacértela saber y que la adoptes, coincida con tus gustos o creencias o no. Por eso no nos sorprendió la pregunta inevitable de la vendedora:
- ¿Ya saben qué es?
- Sí, es una nena, pero no queremos nada rosa ni celeste. ¿Qué tenés en colores neutros?
Cara de espanto de nuestra interlocutora.

No era el momento para explicarle que María Candelaria es la primer bebé de su generación y que la cuna tiene que estar disponible para sus futuros hermanos y primos. Y tampoco para detallarle cuanto odia la mamá de María Candelaria el color rosa y las convenciones sociales en cuanto a división de los sexos y cuanto detesta el papá las modas y lo que usa todo el mundo. Así que mantuvimos cara de nada y pedimos que muestre los modelos de colores neutrales.
Las opciones fueron: verde chillón con rana, verde seco y crudo, con honguitos, naranja (durazno, en realidad era el nombre del color) con animalitos y crudo (descartado inmediatamente, por una cuestión de practicidad en cuanto a limpieza).

Y vuelve el comentario desafortunado:
- La rana se lleva muchísimo. Es lo que está más de onda.
- Entonces, descartemos la rana. Veamos los otros.
Volvió la cara de espanto, pero trajo los otros modelos.
Finalmente elegimos el verde y crudo con hongos, precioso y muy delicado. Y pasamos a los accesorios, sin demasiados contratiempos hasta la elección del bolso…

Aparentemente, verde seco no había, y en lugar de buscar más opciones y ganarse la venta, volvió al ataque:
- Mirá qué hermoso este bolso rosa. ¿No es super delicado? ¿No te tienta?
No me tentaba ni un poquito.
- Se imagina qué hermoso y delicado le va a quedar colgado del hombro a mi esposo – Tengo que aclararles que mi esposo mide cerca de 1.90 m. y no tiene un físico en el que el color rosa sea sentador bajo ningún punto de vista.
Resignación, frente a un argumento irrebatible, pero sin sentirse derrotada todavía, insiste:
- Y este blanco, con pintitas rosas y verdes. El rosa casi no se ve…
- ¿Blanco? ¿Para un bolso que va a andar por todos lados? – Y el rosa sí se veía y mucho, pero no insistí en eso.
- Entonces, ¿qué te muestro? ¡Rosa no querés y la rana no les gusta!

Finalmente, después de revolver bastante, encontramos el bolso perfecto (crudo y plastificado), para combinar con el resto de los accesorios elegidos y nos fuimos en paz. Pero con varias preguntas sin respuesta dándonos vuelta:
¿Por qué tiene que ser todo rosa si estamos esperando la llegada de una bebé nena?
¿Por qué hay que seguir los dictados de la moda y comprar todo lo que lleva todo el mundo? ¿Tan difícil es tener gustos diferentes? ¿Por qué seguir las convenciones sociales? ¿Por qué estará de moda la rana, con ese verde tan chillón?
¿Estas situaciones se van a repetir en cada etapa de la crianza de nuestra hija?