Cambiando la rutina del sábado

Como todos los sábados de este último mes, desde que el médico me mandó a hacer reposo (vida sedentaria, dijo) me levanté a media mañana. Como todos los sábados, desayunamos con Ariel y sin apuro. Como todos los sábados, leímos los mails y el diario en la computadora. Como todos los sábados nos preparábamos para ir a almorzar a casa de mis suegros. Como todos los sábados mi papá se ofreció a llevarnos...

Como ninguno, hasta este sábado, les tuve que decir que no siguieran con los planes de todos los sábados. María Candelaria, con el mismo ímpetu con el que creció en mi panza, no podía esperar dos semanas más para conocernos. Una catarata nos anunció el cambio de rumbo y nos llevó a la guardia del Sanatorio Parque.

Allí un doctor muy amable nos recibió y nos introdujo en una realidad suspendida, donde el tiempo transcurría a otra velocidad y lo único importante era la tranquilidad, para darle a la naturaleza su espacio para abrirse camino.

Abajo el vértigo del mediodía en la ciudad. Arriba, Ariel y yo en la sala de preparto, charlando, lejos por fin de las preocupaciones de los últimos cuatro meses, sin pensar por primera vez en entrevistas, trabajos que no aparecían o que llegaban todos juntos, departamentos, mudanzas, Rosario o Buenos Aires. Afuera, la familia esperando ansiosa a la nueva integrante: abuelos impacientes o tratando de contener las ansiedades, tíos viajando desde Buenos Aires con urgencia o yendo al médico para tener permiso para conocer a la sobrina; adentro sólo los dos, con nuestra hija haciendo su trabajo para salir, por fin solos y en paz, a pesar de la corridas y de no tener todo milimétricamente planeado como es nuestro gusto. Los celulares, con poca batería para no perder la costumbre, actúan como nexo entre los dos mundos.

El goteo va cayendo lentamente, haciendo avanzar el trabajo de parto, pero nuestra hija, escorpiana y temperamental, se resiste a ubicarse para salir.

Cuatro horas después (después nos enteramos que habían pasado cuatro horas, para nosotros había sido un ratito o la vida entera), yo había hecho mi parte, pero ella no quería hacer la suya. ¿Estaba muy cómoda o no tenía lugar? El doctor dijo que no quería correr riesgos, que no tenía sentido seguir esperando, que una cesárea era lo más seguro para las dos. Y partimos al quirófano…

Ariel me saluda y me espera en la habitación (218, para la quiniela, nos dijo la enfermera que nos la asignó). La familia va llegando, para acompañar en la espera. Entré al quirófano a las 17.45 hs.; este cambio de rutina que empezó a las 11.20 hs está por terminar. ¿O empezar?
Me recibe el anestesista, que con un pinchazo borra todas las molestias, al punto que no las recuerdo más. ¿La peridural tiene efecto amnésico? ¿O la amnesia la produce el llanto de mi hija, furiosa porque la sacaron de su único lugar conocido? 18.35 hs marcaba el reloj cuando la escuché llorar por primera vez, cuando la vi pasar de los brazos del médico a los de la neonatóloga, que la revisó adelante mío, me dejó besarla y se la llevó al papá.

Mientras tanto, quedé esperando al camillero más de lo que me hubiera gustado, para reunirme con mi familia, para abrazar a mi hija, para besar a mi esposo, para ver la cara de los nuevos abuelos y tíos.

“Es hermosa tu hija”, me dijo mi mamá. Y todos los que estaban esperándome, esperándola. Mi papá, Mario y Nancy, Sebastián, el padrino, que había podido llegar a tiempo desde Buenos Aires con Mercedes, Mariano. Faltaban Charly e Inés, él, enfermo y ella acompañándolo. Ya llegarían al día siguiente…

No puedo contarles la cara que pusieron cuando conocieron a María Candelaria ni sé cuántas llamadas hizo mi papá por celular, para contarle al mundo que era abuelo. Ni puedo describir la cara de Ariel cuando la puso en mis brazos, para prenderla a la teta y cerrar el círculo. Esa noche no dormimos nada y hablamos mucho, a pesar de los retos de la enfermera (aparentemente no era bueno para mi recuperación). Y disfrutamos de estar juntos y solos los tres, empezando a sentir este cambio definitivo de nuestra rutina.

Eligiendo ciudad según el médico

Casi desde que me enteré que estaba embarazada, tuve que aprender a convivir con la incertidumbre. Este aprendizaje no me entusiasma demasiado, ya que necesito tener el control de las cosas pero las decisiones a tomar y las definiciones eran muchas, muy grandes y no dependía sólo de mí. La más grande, por el impacto, fue definir si nuestra hija iba a nacer rosarina o porteña.

Mientras se definía, y, sobreviviendo a varios sobresaltos que no viene al caso mencionar, hice que mi embarazo lo controlaran dos médicos: la ginecóloga que me atendía en Buenos Aires, que también es obstetra y un obstetra de Rosario. Acá comparto las observaciones que pude hacer comparándolos, aclarando que no estoy generalizando, sino sólo relatando mis experiencias:

- ¿es necesario tomar tantos suplementos de vitaminas y minerales? Mientras estuve en Buenos Aires tomé ácido fólico los tres primeros meses y un complejo de vitaminas y minerales hasta que aterricé en Rosario. Ahí, en el segundo control con el médico, lo suspendió, reemplazándolo por una dieta balanceada y equilibrada, para que tanto mi bebé estemos bien alimentadas. Los análisis de laboratorio le dieron la razón, ya que no mostraron carencias de ningún tipo.

- ¿son imprescindibles todos los estudios que te prescriben? Me habían dicho que por mi factor RH negativo tenía que hacerme un estudio por mes y una vacuna. Además, se estila el análisis de azúcar en sangre, que es una pequeña tortura que te insume toda la mañana en el laboratorio. Al mudarme de ciudad, me reemplazaron los 9 pinchazos del RH por uno al principio más una vacuna a los siete meses y me liberaron del análisis de azúcar, ya que los otros análisis de laboratorio dieron bien y no hay antecedentes en mi familia que lo justifiquen.

- ¿es más importante la medicación o la contención? Este es el punto clave de las diferencias. Cuando entraba al consultorio en Buenos Aires, lo primero que hacía era taparme de recetas y órdenes para estudios (crema, vitaminas, pastillas para el calcio y para la presión, por las dudas, ecografías, análisis y completen la lista con lo que se les ocurra). En Rosario, primero charlábamos para distender el ambiente (del clima, del trabajo, de la convivencia con la familia) y después pasábamos a la sección controles y por último recetas, si es que era necesario.

¿Cómo termina la historia? En la última visita a la médica de Buenos Aires, me sentí absolutamente ignorada por ella: eran más importantes su inminente viaje a Nueva York, la paciente que había salido antes que yo del consultorio (modelo publicitaria, con toda la onda y la mitad de mi peso actual) y el cuadro torcido (que tuvo que tratar de enderezar mi esposo). Esto desencadenó un pico de presión en el consultorio y un principio de ataque de nervios en la puerta, justificando mi decisión de cambiar de médico en Buenos Aires o quedarme en Rosario hasta que naciera mi hija.

Afortunadamente, las otras definiciones pendientes, milagrosamente se inclinaron a favor de Rosario y acá estoy, en mis últimas dos semanas de embarazo y atendiéndome con el médico que me hace sentir tranquila y contenida.

Del otro consultorio desaparecí y nadie sintió mi ausencia… ¿Cómo les fue a ustedes con estas decisiones?

Preparando el ajuar

Retomo el tema de la preparación de la llegada del bebé, quiero compartir mi experiencia en la selección de su lugar en el mundo.

Después de mucho recorrer y mucho buscar encontramos la cuna perfecta para nuestra hija. Práctica, desarmable (para su archivo en un departamento de dos ambientes cuando no la necesite más), segura (habiendo revisado muchos modelos bailarines de catre) y bonita al mismo tiempo.

Una vez elegido el modelo de mini cuna, teníamos que definir el diseño, para preparar su rincón en combinado: sábanas, acolchado y accesorios. Con referencia a este tema, todos tienen una opinión formada y quieren hacértela saber y que la adoptes, coincida con tus gustos o creencias o no. Por eso no nos sorprendió la pregunta inevitable de la vendedora:
- ¿Ya saben qué es?
- Sí, es una nena, pero no queremos nada rosa ni celeste. ¿Qué tenés en colores neutros?
Cara de espanto de nuestra interlocutora.

No era el momento para explicarle que María Candelaria es la primer bebé de su generación y que la cuna tiene que estar disponible para sus futuros hermanos y primos. Y tampoco para detallarle cuanto odia la mamá de María Candelaria el color rosa y las convenciones sociales en cuanto a división de los sexos y cuanto detesta el papá las modas y lo que usa todo el mundo. Así que mantuvimos cara de nada y pedimos que muestre los modelos de colores neutrales.
Las opciones fueron: verde chillón con rana, verde seco y crudo, con honguitos, naranja (durazno, en realidad era el nombre del color) con animalitos y crudo (descartado inmediatamente, por una cuestión de practicidad en cuanto a limpieza).

Y vuelve el comentario desafortunado:
- La rana se lleva muchísimo. Es lo que está más de onda.
- Entonces, descartemos la rana. Veamos los otros.
Volvió la cara de espanto, pero trajo los otros modelos.
Finalmente elegimos el verde y crudo con hongos, precioso y muy delicado. Y pasamos a los accesorios, sin demasiados contratiempos hasta la elección del bolso…

Aparentemente, verde seco no había, y en lugar de buscar más opciones y ganarse la venta, volvió al ataque:
- Mirá qué hermoso este bolso rosa. ¿No es super delicado? ¿No te tienta?
No me tentaba ni un poquito.
- Se imagina qué hermoso y delicado le va a quedar colgado del hombro a mi esposo – Tengo que aclararles que mi esposo mide cerca de 1.90 m. y no tiene un físico en el que el color rosa sea sentador bajo ningún punto de vista.
Resignación, frente a un argumento irrebatible, pero sin sentirse derrotada todavía, insiste:
- Y este blanco, con pintitas rosas y verdes. El rosa casi no se ve…
- ¿Blanco? ¿Para un bolso que va a andar por todos lados? – Y el rosa sí se veía y mucho, pero no insistí en eso.
- Entonces, ¿qué te muestro? ¡Rosa no querés y la rana no les gusta!

Finalmente, después de revolver bastante, encontramos el bolso perfecto (crudo y plastificado), para combinar con el resto de los accesorios elegidos y nos fuimos en paz. Pero con varias preguntas sin respuesta dándonos vuelta:
¿Por qué tiene que ser todo rosa si estamos esperando la llegada de una bebé nena?
¿Por qué hay que seguir los dictados de la moda y comprar todo lo que lleva todo el mundo? ¿Tan difícil es tener gustos diferentes? ¿Por qué seguir las convenciones sociales? ¿Por qué estará de moda la rana, con ese verde tan chillón?
¿Estas situaciones se van a repetir en cada etapa de la crianza de nuestra hija?

Reflexiones de una embarazada en una expo


Por diferentes circunstancias de la vida (reposo obligado, cambio de trabajo de mi esposo, mudanza de ciudad, emprendimiento bloguero con mis amigas), empecé a escribir reflexiones sobre lo que me vivía mientras transcurría mi embarazo. Y comparto estas reflexiones con ustedes, en este nuevo espacio, más las que irán surgiendo mientras mi hija crece. Empecemos con los preparativos para su llegada:

Faltando dos meses para su nacimiento, no pudimos postergar más las decisiones relacionadas con sus necesidades materiales en este mundo. Y la experiencia de preparar su ajuar merece ser compartida.

Por recomendación de una amiga, también embarazada, pero de su segundo hijo, decidí convencer a mi esposo, Ariel, para visitar la Expo AhoraMamá, en la búsqueda del ajuar de María Candelaria. Temiendo los amontonamientos de gente, previsibles los fines de semana en esos lugares, decidimos ir el viernes pasado, temprano, a pesar de las inclemencias climáticas.
Los dos somos organizados y nos gusta planificar las cosas, así que entramos al predio con una lista de lo que pensábamos buscar y ver y los precios estimados de lo mismo afuera de la muestra, para no sobrecargarnos de paquetes.

Llegamos tranquilos y pudimos hacer la primera recorrida, evaluando opciones y viendo que ofrecían en cada stand. Compramos los pañales, tamaño recién nacido, en promoción, casi a la mitad de lo que estaban en el supermercado y continuamos con los otros ítems de la lista, cuando, repentinamente, el lugar se llenó de cientos de mujeres enardecidas, armadas con cochecitos y/o panzas, corriendo desesperadas en pos de promociones, cupones de sorteos y folletos.

Sacudidos por las hordas femeninas (más temibles que las guerreras amazonas) terminamos de comprar los elementos del kit higiene y elegimos el chupete. Tratamos de acercarnos al último stand de nuestro planeado recorrido, zarandeados y arrastrados por las huestes de mujeres desesperadas, sin conseguir que ningún vendedor nos atendiera. Estaban todos muy ocupados estacionando cochecitos y hablando entre ellos o atendiendo a locas chillonas. Así que agotados, huimos despavoridos.

En el camino de vuelta a casa, Ariel me dijo, como conclusión del paseo que las mujeres embarazadas son malas cuando están todas juntas. Poco instinto maternal y mucho consumismo flotaban en el ambiente: colas de media cuadra para hacerse ecografías 4D gratis (puro comercio, ya que no se usa para diagnóstico ni control de nada, sino para tener una foto o un video), madres peleando por entrar en un stand donde podías escuchar el corazón de tu bebé (lo hacés sin hacer cola en cada consulta al obstetra, con tu esposo y en la intimidad del consultorio), luchas por cupones de sorteos, que tienen como único fin tomar tus datos para venderlos o usarlos en promociones, locutoras gritonas anunciando el stand del próximo sorteos, provocando estampidas de panzonas y cochecitos con bebés aterrorizados.

Si la preparación de la llegada de un hijo se vive así, definitivamente no estoy en esa onda. ¿Ustedes qué opinan? ¿Vivieron experiencias similares?