Tiempo de Navidad

Navidad. Los negocios del centro apuestan a salvar el año y nos aceleran los tiempos, sacando adornos y luces a mediados de noviembre. Todo te impulsa a salir corriendo a comprar para cumplir. 

¿Cómo cumplir con las tradiciones, pero manteniéndose al margen del torbellino del mercado? ¿Cómo revivir la magia de estos tiempos? ¿Cómo seguir siendo niños esperando la Nochebuena? ¿Cómo mantener las tradiciones vivas, para que Cande las conozca y pueda a su vez transmitirlas, llegado el momento?

Llega el 8 de diciembre y hay que armar el arbolito y el pesebre. Hay que preparar nuestra casa y nuestro corazón para que nazca en ellos el Niño Dios, que viene a salvarnos. ¿Dejaremos que nos llene de esa Paz que tanto necesitamos? ¿Podremos esperar con la serena paciencia de María?

Tenemos que aprovechar este tiempo para aprender a vivir como Cande, que se despertó a los gritos, ansiosa por armar el arbolito. Que no podía estarse quieta desayunando, por la impaciencia. Que sacó todos los adornos, seleccionando en qué rama iba cada uno. Que no estuvo tranquila, hasta que no lo vio en su lugar, con las luces prendidas y el pesebre al lado. 

Que volvió al ataque cuando estuvo terminado:
- "Ahora vamos rápido a la casa de la abuela. Tenemos que ayudarla con el suyo". - Como yo, cuando tenía su edad y algunos más también...
- "Esta tarde, Cande. Esta tarde, vamos". 

Esta tarde vamos a ir a la casa de la abuela para ayudarla a armar su arbolito y su pesebre. Y vamos a dar por iniciado este tiempo de espera para la llegada de la Navidad. Que este año viene por partida doble, porque además de esperar una vez más el Nacimiento de Jesús, esperamos el nacimiento de Vicky, que nos hará padres nuevamente y convertirá a Cande en hermana mayor. Y vamos a brindar por el inicio del tiempo de Navidad. Con sidra y pan dulce. A la salud nuestra y del abuelo Manuel. Como él nos enseñó. Para mantenerlo vivo, siempre presente entre nosotros, siempre en el recuerdo. Y para enseñarle a Cande. Para mantenernos vivos y trascender en las tradiciones familiares.

¡Salud!

Lo cotidiano

Escuchar la alarma del despertador, apagarlo para que vuelva a sonar a los 10 minutos. Volver a escucharla. Apagarla. Levantarnos. Ducharnos por turno y desayunar con la radio, para escuchar los títulos del día y el estado del transporte público. Caminar cinco cuadras hasta la estación de tren. Esperar. Subir al vagón que se abre adelante nuestro. Viajar hasta Retiro, conversando un rato, programando el día. Bajar. Cruzar Libertador esquivando la gente. Llegar a Avenida Alem, agotados de la muchedumbre y el trajín. Caminar una cuadra más. Despedirnos con un beso, mientras él entra en su trabajo. 

Completar sola las 5 cuadras que me separan de la oficina. Entrar, saludar, marcar tarjeta, tomar el ascensor. Prender la computadora y buscar un café. Pensar en el fin de semana, la familia en Rosario, los amigos que nos ven en cuotas, cada dos o tres fin de semanas. ¿Vale la pena el sacrificio? ¿Es tan interesante el trabajo o tan importante la carrera que lo merezcan? 

Revisar los pendientes del día, priorizarlos. Atender el teléfono, resolver un problema, sentir el agradecimiento del otro lado de la línea. Pensar en el test de embarazo positivo. ¿Es una ciudad para que crezcan los hijos? ¿Vale la pena la crianza lejos de los abuelos y tíos? ¿Podemos renunciar a nuestra esencia? ¿Podemos permitir resignarnos? 

Decidir intentar el regreso. Buscar, buscar, buscar. Sentir que se agota el tiempo. Pensar si estamos haciendo lo correcto. Dejarse llevar. Ver cómo las cosas parecieran acomodarse. Ubicarnos de vuelta en Rosario. Aprender a trabajar en forma independiente ¿Seguir preguntándonos si hicimos bien, cinco años después? 

Ver a nuestra hija creciendo, compinche de sus cuatro abuelos, compinche de sus tíos. Sentir que los amigos de siempre volvieron a estar cerca. Sentir que estamos a mano para nuestros padres, que día a día se vuelven más grandes. 

Convencernos de que hicimos lo mejor, aunque laboralmente las cosas son más complicadas que en la gran capital. Sentir el agotamiento de tener que nadar contra corriente. Pelear contra la rutina, intentar mantener la vocación intacta. 

Preguntarnos como ser papá y mamá todos los días, todo el día, sin dejar de ser Ariel y Bea. Parecer a contramano por no renunciar a nuestras vidas de antes de ser padres. Incluir a nuestra hija en la agenda de adultos, en vez de cambiarla por una agenda infantil. Enseñarle a aburrirse. Pelear con los estereotipos. Renegar del rosa. Pelearme en los negocios de indumentaria por ese tema. Tratar de darle a Ariel el espacio para que siga siendo músico. Acompañarlo, tratar de hacerlo, sin quitarle tiempo a la mamá, a la docente, a la profesional, a la hija. 

Enfrentarnos al test de embarazo positivo. Sentir el vértigo de saber que allá vamos de nuevo. Saber que a pesar de todo, no estamos solos. Pensar si estamos haciendo lo correcto…


Duerme ... Pero...

Cande duerme. No debe haber nada en el mundo más relajante que ver a un chico dormir.  En brazos, en su cama, en nuestra cama. Tranquila, confiada, absolutamente entregada al sueño. Duerme estirada, cómoda, ocupando todo el espacio disponible desde que se dio cuenta que había salido de la panza: desde el lugar limitadísimo del coche paragüitas (en su momento) al metro sesenta por dos metros de la "cama grande".

No le gusta quedarse dormida, pero "cae rendida" y duerme. Desde noviembre duerme en "su cama grande", en su dormitorio. Desaparecieron los rastros que quedaban de la cuna y tiene cama y mesita de luz. Pero... 

A la madrugada, siempre alrededor de las 4 de la mañana se despierta y empiezan los diálogos surrealistas y/o cortazarianos para convencernos de que seguir durmiendo en su cama sola no es la opción correcta:

Pueden ser excusas disparatadas, pero están perfectamente fundamentadas para conseguir su objetivo. Por ejemplo:
Situación 1:
- En mi cama hay un pis, así que voy a tener que dormir acá.

Situación 2:
- ¡AAAAAAAHHHH!!! Me dan mucho miedo los osos blancos. - corriendo entra a nuestro dormitorio
- ¿Qué osos blancos, Cande?
- Los que se están peleando con los osos negros - ya subiendo a la cama y metiéndose entre las sábanas

Situación 3:
- Vine porque tuve un sueño feo - parada al pie de la cama
- ¿Qué soñaste, Cande?
- Que me despertaba y ustedes dormían en su cama y yo en la mía.

Situación 4:
- En mi cuarto hay dos arañitas que me están mirando y así no puedo seguir durmiendo. ¿Cómo voy a dormir con las arañitas?

Situación 5 (al día siguiente de la situación anterior):
- Ya se fue una arañita, pero queda una, así que voy a tener que dormir con ustedes.

Situación 6:
- Los muebles están muy lejos de la cama y eso me da miedo y me pone nerviosa. Así no puede dormir una nena chiquita.

Situación 7:
- Los peluches tienen ojos grandes que me miran y me dan miedo. No me puedo dormir con los peluches mirándome con los ojos grandes.

La mayoría de las situaciones terminan con Cande cumpliendo su objetivo, es decir, instalándose por lo que queda de la noche entre papá y mamá, sin arañitas, ni osos, ni peluches con ojos grandes. Sé que deberíamos devolverla a su cama, pero entiendan que a esa hora, lo único que pretendemos es dormir rápido las 3 horas que faltan para que suene el despertador.
¿Tienen o tuvieron el mismo problema? ¿Cómo lo resuelven? ¿Hay alguna solución 100% efectiva?


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Recuerdo de los 3 de Cande



Les comparto un video que armamos por el tercer cumpleaños de Cande, mientras preparo el nuevo post, sobre sueño y hábitos y diálogos nocturnos...


Recuerdos de un día mágico

 
No fue el día más importante, pero fue un día muy especial. Decidimos enfrente de nuestros amigos y familiares que queríamos ser familia. Reafirmamos las ganas de estar juntos que empezaron hace 12 años. Empezamos a gestar esta familia que tenemos ahora y a la que se sumó Cande.
Por todo eso, ¡felicidades!

Otra Frecuencia

Esta entrada surgió recordando mis primeros días de mamá. Y charlando con Ceci, cuando nació su hija y Marisa, después que nació Bruno. Ahora va dedicada a Flor e Inés (mi cuña, que está por hacerme tía).

¿Por qué nadie te cuenta que el mundo tal cómo lo conociste va a funcionar mil veces más rápido que vos y tus necesidades cuando te vayas a tu casa con tu hij@ recién nacido?

Los ruidos de la calle, los autos, la gente caminando rápido para llegar a sus compromisos, todo es más rápido, más intenso, más atemorizante que cuando entraste al sanatorio un par de días antes. Y para agregarle miedo, sos responsable de una personita que cuenta con vos y confía en vos para todo.

Salir del sanatorio con tu bebé en brazos, ser arrojada a la ciudad con su tránsito alocado, la gente metida en sus problemas y acelerada supone un shock para el que ningún curso de preparto ni lectura previa te prepara.

Funcionás en otra frecuencia, tenés otro ritmo y otras necesidades. Y tenés que aprender a entender las necesidades de tu bebé y cómo te las pide. Tienen que conocerse y para eso necesitan que les resuelvan todos los otros problemas de la vida cotidiana y no los expongan al ritmo del afuera...

Las visitas al obstetra y al pediatra, hasta que te dan el alta y tu bebé empieza a recuperar peso, son el equivalente en tu cabeza, a una expedición para escalar el Aconcagua, por los preparativos previos y la adrenalina que te genera.

Nadie te lo cuenta, nadie te prepara para ese momento. Y es complicado que te entiendan...

Yo tuve suerte, Cande no nació en la ciudad donde tenía mi casa, entonces paraba en la casa de mi mamá, que se ocupaba de las cuestiones domésticas... Y yo sólo tenía que recuperarme y tratar de conocer a Cande y cómo pedía mi atención. No suele ser así, por eso escribo este post.

Si tu esposa, pareja o hija está pasando por esta etapa, dale contención y toda la ayuda posible... No siempre sabe pedirlo, porque todavía no sabe dónde está parada...











¡Cuánto crecimos! Retomando...

Hace más de un año que no escribo... La última vez fue el 23 de febrero, por nuestro aniversario.
Mi amiga Ceci me lo recordó esta semana. Ella lo leía primero para divertirse y después como material de estudio, mientras esperaba a Elena, su primera hija. Ahora puede enseñarme a mí, como mamá por dos.

Cuando empecé a escribir, era un ejercicio que funcionaba como extensión de un taller de escritura. Después, una sección de blog que compartía con otras tres mujeres, que sirvió de soporte durante mi embarazo + búsqueda de trabajo + mudanza, lejos de la familia y de mis amigas de siempre. Y finalmente, un espacio propio, para compartir experiencias, mientras ocupaba las horas como mamá full time, después de muchos años de trabajo full time.

Y a medida que Cande fue creciendo y haciéndose independiente, escribí cada vez menos. Cambié las horas de escritura por horas de trabajo; la agenda se fue llenando de a poco, volví a encontrarme con mis amigas de siempre, volví a tener tiempo para mí...

Y las aventuras se resumieron en lo que permite publicar el perfil de Facebook. Ya no puedo escribir como si fuera ella, porque ella tiene su voz. Y cada día trabaja para que sea personal, propia, independiente de la nuestra. No puedo hacerla hablar, puedo reproducirles lo que dice. Voy a tratar de hacerlo, porque creo que es más interesante que lo que le hacía decir yo.

Cande creció. Tiene 4 años. Empieza la escuela en un par de semanas. Quiere volar sola, caminar suelta por la calle y cruzar sin darte la mano. Los programas más interesantes son siempre "sin los papis". Y lo remarca, para que quede claro. Pero me dice todos los días que me quiere, que me queda bien el vestido y me pregunta cuando vuelvo a casa, "¿cómo fue tu día?" Y con esa sola pregunta, soluciona todos los problemas que puedan haber entrado a casa.

Para no perder el hábito, voy a tratar de volver al post semanal, contando las aventuras nuevas o las que me quedaron en el tintero. Y escucho sus aventuras...