Esta semana detectamos una situación que cuándo no éramos padres todavía juramos que no íbamos a permitir. Esta es la de chicos argentinos, viviendo en Argentina y hablando en español neutro. Que Cande nos haya dicho respectivamente: "Mira, mamá"; "Oye, papá" fue como que nos haya prendido una alarma.
Y reforzamos una campaña que habíamos empezados en forma casi inconsciente. "Se dice mirá, Cande". Acá le ponemos acento al final. No es un carrousel, es una calesita. Y esos son barriletes y no, cometas...
Y volvimos a las raíces. A lo que siempre estuvo para nosotros. Rescatamos a María Elena, mágica, eterna y argentina, en la forma de DVDs de las canciones animadas. Cantamos la chacarera de los gatos, buscamos a la luna que se baña en el aljibe, nos reímos con el jacarandá, jugamos a tomar el té, bailamos con el perro salchicha (como el Taru), y viajamos a París con Manuelita. Hermosas canciones, con un vocabulario amplio que los obliga a tratar de entender y conjungando los verbos en argentino. Como debe ser para una nena que se tiene que criar acá.
Y le presentamos a Hijitus, Oaky y Larguirucho para que vaya conociendo el universo creado por García Ferré.
Y reducimos al máximo los personajes importados que hablan con modismos diferentes a los nuestros, por lo menos hasta que el lenguaje esté consolidado y pueda entender las diferencias entre las regiones que compartimos este maravilloso idioma.
¿Somos extremistas? ¿Qué piensan ustedes? ¿Vivieron situaciones similares con sus hijos?