Lo cotidiano

Escuchar la alarma del despertador, apagarlo para que vuelva a sonar a los 10 minutos. Volver a escucharla. Apagarla. Levantarnos. Ducharnos por turno y desayunar con la radio, para escuchar los títulos del día y el estado del transporte público. Caminar cinco cuadras hasta la estación de tren. Esperar. Subir al vagón que se abre adelante nuestro. Viajar hasta Retiro, conversando un rato, programando el día. Bajar. Cruzar Libertador esquivando la gente. Llegar a Avenida Alem, agotados de la muchedumbre y el trajín. Caminar una cuadra más. Despedirnos con un beso, mientras él entra en su trabajo. 

Completar sola las 5 cuadras que me separan de la oficina. Entrar, saludar, marcar tarjeta, tomar el ascensor. Prender la computadora y buscar un café. Pensar en el fin de semana, la familia en Rosario, los amigos que nos ven en cuotas, cada dos o tres fin de semanas. ¿Vale la pena el sacrificio? ¿Es tan interesante el trabajo o tan importante la carrera que lo merezcan? 

Revisar los pendientes del día, priorizarlos. Atender el teléfono, resolver un problema, sentir el agradecimiento del otro lado de la línea. Pensar en el test de embarazo positivo. ¿Es una ciudad para que crezcan los hijos? ¿Vale la pena la crianza lejos de los abuelos y tíos? ¿Podemos renunciar a nuestra esencia? ¿Podemos permitir resignarnos? 

Decidir intentar el regreso. Buscar, buscar, buscar. Sentir que se agota el tiempo. Pensar si estamos haciendo lo correcto. Dejarse llevar. Ver cómo las cosas parecieran acomodarse. Ubicarnos de vuelta en Rosario. Aprender a trabajar en forma independiente ¿Seguir preguntándonos si hicimos bien, cinco años después? 

Ver a nuestra hija creciendo, compinche de sus cuatro abuelos, compinche de sus tíos. Sentir que los amigos de siempre volvieron a estar cerca. Sentir que estamos a mano para nuestros padres, que día a día se vuelven más grandes. 

Convencernos de que hicimos lo mejor, aunque laboralmente las cosas son más complicadas que en la gran capital. Sentir el agotamiento de tener que nadar contra corriente. Pelear contra la rutina, intentar mantener la vocación intacta. 

Preguntarnos como ser papá y mamá todos los días, todo el día, sin dejar de ser Ariel y Bea. Parecer a contramano por no renunciar a nuestras vidas de antes de ser padres. Incluir a nuestra hija en la agenda de adultos, en vez de cambiarla por una agenda infantil. Enseñarle a aburrirse. Pelear con los estereotipos. Renegar del rosa. Pelearme en los negocios de indumentaria por ese tema. Tratar de darle a Ariel el espacio para que siga siendo músico. Acompañarlo, tratar de hacerlo, sin quitarle tiempo a la mamá, a la docente, a la profesional, a la hija. 

Enfrentarnos al test de embarazo positivo. Sentir el vértigo de saber que allá vamos de nuevo. Saber que a pesar de todo, no estamos solos. Pensar si estamos haciendo lo correcto…


2 comentarios:

  1. Lo que se hacer por amor es lo k compensa....que lindo tu blog Bea...
    La mezcla de lo k te dicte el corazón y la cabera es la ideal...ahora encontrar el punto junto...jajaja es lo no tan fácil.

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    1. Gracias Caro! No es fácil. Es pelearla día a día. Besos

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