¿Qué extrañamos de esto?



Nos guardamos en casa el 13 de marzo. Volvimos de la escuela y suspendimos la clase de arte. El 15 de marzo a la noche se suspendieron las clases. El 16 de marzo se decretó el aislamiento obligatorio para los grupos de riesgo y se nos sumó Ariel. Desde el 20 de marzo se generalizó el cierre. Y acá estamos desde entonces. Con salidas para aprovisionarnos y un impasse de 7 días por internación de mi papá, creamos una rutina alrededor de los ambientes de nuestra casa. 

Aprovechamos el balcón al máximo cuando nos acompañó el clima. Hicimos sesiones de baile o tenis usando la playstation. Aprendimos a usar Zoom y Meet. Trabajamos, estudiamos, dimos clases y jugamos juntos. Cocinamos y comimos. 

Creamos una rutina para esta nueva rutina de estar en casa: horarios de trabajo que a veces se extienden y a veces se acortan. Horarios de estudio y tareas en casa que también se acomodan a las ganas. Horarios de clase que se vuelven sincrónicas o asincrónicas según temas a desarrollar y estados de ánimo. Horarios de almuerzos y cenas que también se adelantan o se atrasan al ritmo de lo que veníamos haciendo. 

El calendario rígido, armado el domingo a la noche y guiándonos con mano firme desde el tablero de la cocina, para que todos lleguemos a tiempo a todo se puso en pausa. Eliminando los tiempos de traslado y centralizando todo desde casa, el tiempo volvió a ser nuestro.    

¿Cómo va a ser volver a salir? ¿Cómo volver a la escuela? ¿Qué seguiría haciendo igual que antes de esta pausa? ¿Qué cambiaría? ¿Qué decisiones tomé antes que volvieron este tiempo en suspenso más llevadero, menos conflictivo, más aprovechable? ¿Cuánto aprendí y generé ahora que nos va a volver más llevadero el retorno a la nueva normalidad? ¿Será un barajar y dar de nuevo realmente o trataremos de volver a lo de antes, sin haber aprendido nada? ¿Qué es lo que más se extraña? 

Con dos nenas en edad escolar, lo que más extraño es la escuela. No porque me molesten en casa (desde que soy mamá mis horarios laborales dependen de sus horarios y la mayor concentración de horas de trabajo fuera de casa coinciden con su horario escolar). No porque reniegue del tiempo dedicado a las tareas escolares, sino por todo lo otro que la escuela es en sus vidas más allá de lo académico. 

Vicky se está perdiendo la presencialidad en su último año de nivel inicial. Ese año mágico en que forma parte del curso más grande del jardín, con compañeros que ya conoce, con su seño amorosa y disfrutando de un espacio propio de juego por el juego mismo, como medio de aprendizaje. El año que viene va a cruzar la reja y todo va a ser diferente. La magia de Lili, Gaby, Dani, Nati y Carla queda de este lado y la escuela inmensa y normalista del otro y por 7 largos años.

Cande no tiene el contacto con su grupo de compañeros y amigos, que supo armar con años de compartir caminos y experiencias. Las clases y mucho más los recreos. Y el tiempo después de clases con sus amigas eternas. Se acomoda a lo que hay, pero le duele.

Cómo decirle que yo también extraño la escuela. La hora de entrada, calculada con el horario de comida y más la hora de salida, ese instante donde no sabés si volvés con dos nenas, más o ninguna y con dos mochilas. Y ese momento justo antes de la despedida hasta mañana, donde te rodean entre 3 o 4 y te arman un programa genial de meriendas de no cumpleaños, pijamadas con filmación e infinitas búsquedas del tesoro, para desafiar tu ingenio para seguir sorprendiéndolas y mantenerlas entretenidas. Para devolverlas felices a sus casas, siempre pensando en la próxima. 

Esta mañana Vicky me dijo: "extraño las pijamadas con las amigas de Cande. ¿Cuándo vamos a volver a hacer una?" Tuve que contestarle que yo también. Yo también, no sabes cúanto. Ya vamos a volver a juntarnos. Confiemos en que falta menos.



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